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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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07-10-2014

 

Ganar sin convencer

 

 

SURda

Brasil

Opinión

Raúl Zibechi

 

El domingo diez años de proyecto neodesarrollista serán sometidos a votación en Brasil. Esta cobertura de Brecha comprende distintos enfoques, hasta contrapuestos, sobre lo sucedido en el país eje del llamado "giro progresista" en América Latina.


La economía está estancada y la industria en retroceso. Los cuatro años de Dilma Rousseff fueron mediocres: la reforma agraria pasó al olvido, creció la criminalización de la protesta, la salud y el transporte están en crisis. Sin embargo, lo más probable es que la presidenta sea reelecta en la segunda vuelta.


"Existe un mito de un Brasil donde todo va bien, cuando en realidad la situación es bastante diferente", sostiene el sociólogo Ricardo Antunes. "Es un país donde la desigualdad social se mantiene muy alta. Hay una gran concentración de la renta." De ese modo matiza índices que dicen que la desnutrición bajó de 10,7 a 5 por ciento, que los pobres extremos eran 17,5 y ahora son sólo 3 por ciento. Como muchos brasileños, Antunes no duda de que los gobiernos de Dilma Rousseff y Luiz Inácio Lula da Silva fueron mejores para los más pobres que los de Fernando Henrique Cardoso. "Hubo 20 millones de nuevos empleos creados en los últimos diez años, desde 2002 a 2012, pero la gran mayoría están entre un salario y un salario y medio mínimos, entre 300 y 360 dólares, con lo cual es imposible vivir, por eso hay rebeliones todos los días en la periferia, porque alquilar una pieza en una favela es carísimo" (Rebelión, 29-IX-14).


Sin embargo, el crecimiento de los primeros años, hasta 2011, se transmutó en estancamiento desde 2012. "Una parte importante y grande de la población asalariada y sus familias están endeudadas, no tienen recursos para pagar sus tarjetas de crédito", concluye. "El modelo económico que permitió crecer a Lula, y hasta la mitad del gobierno de Dilma, fracasó." En ese contexto la candidatura presidencial de Marina Silva amenazó la continuidad del Partido de los Trabajadores (PT) en el gobierno.


NUEVA BASE SOCIAL .

Dilma se despegó 13 puntos de Marina poco antes de la primera vuelta, según las últimas encuestas. Dos semanas atrás estaban empatadas para la primera vuelta del domingo 5. En la segunda, tiene una leve ventaja, pero Marina le llevaba diez puntos dos semanas atrás. Los encuestólogos aseguran que el ataque frontal de Dilma contra Marina, aprovechando sus contradicciones y flancos débiles, es la razón de este cambio.


Parece necesario ir más a fondo. En 2014 la economía está estancada. Las familias, sobreendeudadas, disminuyeron su consumo mientras las exportaciones enfrentan la caída de los precios de los commodities y la competencia china. Los sectores medios, la llamada "clase C" por ingresos (de dos a cinco salarios mínimos; entre 125 y 470 dólares), dicen que no consiguen comprar lo mismo que adquirían hace seis meses, por la inflación, el aumento de los intereses y el empeoramiento del mercado de trabajo (Folha de São Paulo, 21-IX-14). Cabe preguntarse por qué ante un panorama nada halagüeño, este sector de la sociedad apuesta por Dilma. La respuesta son las políticas sociales, en particular Bolsa Familia, que han generado una camada de familias dependientes de las prestaciones estatales. Una mirada focalizada en los nuevos votantes del PT permite comprender la mutación que se produjo entre los apoyos que recoge el oficialismo.


En las elecciones de 1990, 77 por ciento de los diputados del PT provenía del sur-sureste (27 de 35), o sea de la región más industrializada y urbanizada. Casi un tercio eran paulistas, en particular del cinturón industrial donde nacieron la Cut y el PT, el ABC de San Pablo, donde reinan las grandes fábricas automotrices. Casi no tenía representación en otras regiones. En todo el nordeste, la segunda región electoral con 50 millones de habitantes, apenas tenía dos diputados (véase recuadro).


En las elecciones de 2010, el panorama petista es completamente diferente. Eligió una bancada muy superior, de 88 diputados, creciendo en todas las regiones. Pero el crecimiento espectacular fue precisamente en el nordeste: pasó de dos a 24 diputados, obteniendo diez en Bahía y cuatro en Ceará y Pernambuco. De ser una fuerza marginal, se convirtió en esa región en la principal fuerza política.


En la región paulista creció pero de forma mucho más moderada, pasando de diez a 16 diputados. Se puede decir, incluso, que en las zonas industriales ya no es aquella fuerza avasalladora que fue dos décadas atrás. Mientras en el nordeste las expectativas de voto del PT se acercan a 60 por ciento, el candidato a gobernador de San Pablo, Alexandre Padilha, tiene 9 por ciento de intención de voto y Dilma tiene en ese estado 13 puntos menos que en el conjunto del país, apenas 27 por ciento (Folha de São Paulo, 27 de setiembre de 2014).


Como puede apreciarse en el cuadro, en el nordeste más de la mitad de la población recibe Bolsa Familia, mientras en el sur (Río Grande del Sur, Paraná y Santa Catarina) apenas 14 por ciento, y 17 por ciento en el sureste (Minas Gerais, Rio de Janeiro, Espíritu Santo y San Pablo). A mayor porcentaje de familias que reciben transferencias estatales, mayor crecimiento del PT en estos años.


El estado de Bahía, por ejemplo, tiene 14 millones de habitantes, una economía agrícola y minera con un importante polo petroquímico en Salvador. Tiene una elevada población rural, de 4 millones de personas, un porcentaje que casi duplica el promedio del país. Es uno de los estados más pobres de Brasil, como suelen serlo casi todos los del nordeste. En Bahía 1,8 millones de familias reciben Bolsa Familia, más de la mitad de la población del estado. Esas familias reciben 154 reales (65 dólares), pero suelen percibir otros beneficios adicionales.
Por eso, de los 53 nuevos diputados del PT entre 1990 y 2010, casi la mitad provienen del nordeste. Sumados a los nuevos congresistas en las regiones centro-oeste y norte, tenemos que ahora la mitad de los diputados provienen de las regiones más pobres y menos industrializadas. El sociólogo Rudá Ricci apunta uno de los problemas del PT: "Gana nueva base social pero pierde la histórica. Comienza a perder vigor y programa" (http://www.rudaricci.com.br/, 27-IX-14).


Afiliado al PT desde su fundación, colaborador de la Cut, Ricci considera que el alejamiento del partido de los trabajadores organizados los desliza hacia el "peemedebismo", en referencia al Partido del Movimiento Democrático Brasileño (Pmdb): apegado al poder, con una amplia base electoral de carácter clientelar, sin capacidad de movilización pero, sobre todo, sin vocación de luchar por cambios. Un reciente libro de Marcos Nobre define esta cultura política como "inmovilismo en movimiento".


LOS DUEÑOS DEL DINERO.

La encuesta difundida por Datafo­lha, una de las más serias empresas de opinión pública, en la noche del viernes 26, apunta la muy probable victoria de Dilma. Por primera vez, la presidenta va adelante tanto en la primera como en la segunda vuelta. El lunes 29, la Bolsa de San Pablo, la quinta en importancia del mundo, recibió la noticia con una fuerte caída de cinco puntos, las acciones de Petrobras se despeñaban 10 por ciento y el dólar alcanzaba su mayor valor desde 2008 (Folha de São Paulo, 29-IX-14).?Sin embargo, el mundo empresarial no se reduce a lo que sucede en las bolsas, dominadas por el sector financiero, las inversiones especulativas de alto riesgo y las apuestas en corto. Hay otros datos que permiten asegurar que el empresariado, en particular el poderoso sector privado brasileño, no le ha dado las espaldas al PT ni a Dilma. Más aun, a juzgar por las donaciones a las campañas electorales, los empresarios siguen apostando al actual gobierno.


Entre todos los partidos han recaudado hasta la primera semana de setiembre 625 millones de reales. El reparto es así: el PT recibió 130 millones; el Psb de Marina unos 41 millones, el Psdb de Aécio Neves 102 millones y el Pmdb (aliado del gobierno) recibió 109 millones de dólares (Folha de São Paulo, 21-IX-14).


En cuanto a las donaciones recibidas por las campañas, casi todo se lo llevan los tres principales candidatos: Dilma recibió 51 millones, Marina 9 millones y Neves 18 millones. Como puede verse, la campaña de Dilma recoge más dinero que las otras dos juntas, mientras el PT mantiene la primacía en materia de donantes, en general grandes empresas.


Entre los donantes del PT y de Dilma destacan: la constructora Oas con 13 millones de dólares, luego el mayor frigorífico del mundo, Jbs, con 12 millones, y en tercer lugar otra constructora, Andrade Gutierrez, con 6,5 millones. En las otras candidaturas las donaciones mayoritarias provienen de las mismas empresas. En general, grandes multinacionales de origen brasileño.


La asociación Cuentas Abiertas considera las donaciones como inversiones. "Los estudios indican que por cada real donado en campaña electoral las empresas consiguen 8,50 reales en contratos públicos", asegura Gil Castello Branco (Uol, 28-VII-14). El frigorífico Jbs, principal donante de esta campaña, fue fundado por José Batista Sobrino en el período en que se fundó Brasilia y faenaba 25 vacunos diarios para abastecer a los obreros de la construcción. Medio siglo después está presente en 22 países, tiene 200 mil empleados y faena 55 mil vacunos por día; compró Swift y abastece el 22 por ciento del mercado estadou­nidense. En 2013 tuvo ingresos por 41 mil millones de dólares. Es un holding con banco, produce celulosa, cosméticos, biodiesel, higiene, limpieza, y sigue creciendo.


El Bndes invirtió miles de millones en Jbs y hoy detenta el 25 por ciento de las acciones, pero la Caja Económica, también estatal, tiene otro 10 por ciento. Son los "campeones nacionales", como los definió Lula, un puñado de megaempresas entre las que destacan Ode­brecht, Camargo Correa, Andrade Gutierrez, Gerdau, Votorantim y Oas, que nacieron al amparo del Estado en el período del desarrollismo de Getúlio Vargas (1951-1954) y crecieron gracias a la obra pública de la dictadura (1964-1985). Hoy son los principales apoyos empresariales de los gobiernos brasileños. Sólo Jbs lleva donados 50 millones de dólares a los partidos.


LOS PROBLEMAS DEL PT.

Si como todo indica se encamina hacia su cuarto mandato consecutivo, lo habrá conseguido en su peor momento, cundo el país enfrenta problemas económicos y sociales importantes. Pese a ello, está en condiciones de volver a ganar, lo que no es un dato menor. Cuenta a su favor con que Lula se presentará en 2018, con lo que completaría cinco mandatos, nada menos que dos décadas en el poder.


Sin embargo, el PT parece haber consumido la energía social y política que lo llevó al gobierno. Ya no es el partido que representa al sector más activo y dinámico de la sociedad, como lo fueron los trabajadores fabriles en la década de 1980. Como han señalado diversos analistas en los últimos diez años, el PT en el poder apostó por la desmovilización y la despolitización de sus bases y se alió con sectores de la vieja oligarquía para asegurar la gobernabilidad. En la campaña electoral, tanto Dilma como Marina "intentan agradar a los capitales a cualquier precio, dándoles garantías y prometiéndoles beneficios para intentar mostrarse cada una más amiga del capital que la otra", señala Antunes.
El PT ya forma parte de la elite política y poco se diferencia del partido de Cardoso y de los demás partidos brasileños. Con el gobierno de Dilma la normalización fue más lejos incluso que con Lula. Los dos primeros gobiernos del PT se manejaron en un escenario internacional favorable, con un crecimiento sostenido de los precios de las exportaciones que derramaron fondos para las políticas sociales.


Pero desde la crisis de 2008 el escenario cambió. Este año los precios de los commodities empiezan a resentirse: la soja cayó 40 por ciento respecto del pico de 2012, el maíz 60 por ciento y el petróleo 15 por ciento. Los superávits comerciales se esfuman. En los dos gobiernos de Lula el Pbi creció de forma significativa: 3,5 por ciento entre 2003 y 2006 y 4,6 por ciento entre 2007 y 2010. Este año los registros dan cero o negativo. Los indicadores sociales pueden deteriorarse, empezando por el mercado de trabajo que muestra síntomas regresivos.


En este escenario ya no hay margen para malabarismos, para mejorar la situación de los más pobres sin tocar a los ricos. Esa fue la política de Lula, exitosa cuando hubo viento a favor. Pero ahora se avecina un cambio de política de la Reserva Federal de Estados Unidos que se apresta a aumentar las tasas de interés. Ante el cambio de escenario global, "existe un riesgo latente de enfrentar una nueva 'década perdida', tal como ocurrió a principios de la década de 1980", advierte el economista Ariel Noyola, del Observatorio Económico Latinoamericano.


En esta nueva realidad no hay margen: o se tocan los privilegios o se tiende a distanciar de su base social. Hasta ahora el PT contó con dos ventajas: quienes lo desafiaron queriendo representar el deseo de cambios, como Marina Silva, terminaron por recostarse en las viejas formas de hacer política. En segundo lugar, "las estructuras de representación social erigidas en los años ochenta por petistas (como la Cut, el Movimiento de los Sin Tierra y los movimientos de lucha por vivienda, salud y educación) se convirtieron en una potente barrera a la aproximación de otros partidos a este campo político", reflexiona Ricci.


Pero esas mismas organizaciones sociales dan muestras de cansancio frente a la falta de reformas profundas, como ya lo manifestó el Mst. Aparecen, además, nuevos movimientos como los que se manifestaron en junio de 2013, que no sólo no nacieron vinculados al PT sino en confrontación con los gobiernos progresistas. Es sólo cuestión de tiempo que ese nuevo activismo encuentre canales de expresión electoral.
El PT está ante una encrucijada mayor: para gobernar fomentó la despolitización de la sociedad, un tributo a la gobernabilidad que pagan caro las izquierdas. Pero para seguir adelante necesita –si es que quiere seguir siendo el partido de los cambios– luchar contra la desi­gualdad, lo que es imposible sin hacer política, o sea, sin confrontar, sin sacudir la estabilidad, aun poniendo en riesgo la dichosa gobernabilidad.

Artículo tomado de Brecha

 

 
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